jueves, 3 de mayo de 2012

Un poema para comenzar.

Hace un tiempo, presencié algo de lo que es difícil olvidarse. Un grupo de alumnas/os que finalizaban sus estudios de Técnico Superior en Interpretación de Lengua de Signos, se despedían de sus profesoras leyendo un poema de Mario Benedetti y signándolo a la misma vez. 
Había visto signar antes, de hecho una amiga signó en mi boda una canción como regalo para los novios y fué algo bellísimo. Pero cada vez que veo signar algo llenito de emociones me parece estar viéndolo por primera vez. Y me es difícil explicar lo que siento.
No siempre se puede expresar todo con palabras.
Extraña forma de presentaros un poema.



Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace en menos tiempo de lo esperado.
Me gusta la gente con capacidad para medir las consecuencias de sus acciones, la gente que no deja las soluciones al azar.
Me gusta la gente estricta con su gente y consigo misma, pero que no pierda de vista que somos humanos y nos podemos equivocar.
Me gusta la gente que piensa que el trabajo en equipo, entre amigos, produce más que los caóticos esfuerzos individuales.
Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría.
Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos serenos y razonables.
Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza de reconocer que no sabe algo o que se equivocó.
Me gusta la gente que al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos.
Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente; a éstos los llamo mis amigos.
Me gusta la gente fiel y persistente, que no fallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata.
Me gusta la gente que trabaja por resultados. Con gente como esa, me comprometo a lo que sea, ya que con haber tenido esa gente a mi lado me doy por bien retribuido.

La gente que me gusta. Mario Benedetti

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